En su primera homilía tras asumir el pontificado, el Papa León XIV exhortó a los fieles a la conversión y al compromiso con el Evangelio. Basándose en la confesión de fe de Pedro —»Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16)—, el Pontífice señaló que Jesús es el único Salvador y el modelo de humanidad santa que todos deben seguir.
Durante la misa con los cardenales, el Papa subrayó la importancia de reconocer a Cristo no solo como un hombre recto o un líder carismático, sino como el verdadero Hijo de Dios. Además, advirtió sobre los peligros de un «ateísmo de hecho» que se infiltra incluso entre los bautizados, quienes reducen a Jesús a una figura meramente humana y pierden de vista su divinidad.

En su mensaje, León XIV recordó que el mundo actual se asemeja a Cesarea de Filipo, un lugar de lujo, poder y traiciones, donde la fe en Cristo es vista como una debilidad. Sin embargo, el Papa insistió en que la Iglesia debe ser «la ciudad puesta sobre el monte» (Ap 21,10), un faro de luz que brille en medio de las tinieblas contemporáneas.
"Que Dios me conceda la gracia de desaparecer para que permanezca Cristo, de hacerme pequeño para que Él sea conocido y glorificado", expresó León XIV, evocando las palabras de San Ignacio de Antioquía.

El Papa concluyó su homilía encomendando su ministerio a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, pidiendo la gracia de mantenerse fiel a la misión de anunciar el Evangelio con valentía y humildad.