Conclusiones del Congreso Diocesano de Nueva Evangelización

Con una lectura del apóstol San Pablo se hizo alusión a la dirección que desde hace unos meses se dió al congreso, es decir, sentirnos como una iglesia, comunión de comunidades…

El marco en sentido amplio en el que se encuadra este congreso es la celebración de los 50 años de nuestra Diócesis, y la intención del congreso es prepararnos a la construcción de un nuevo plan de pastoral. Han sido 3 los planes globales los que han precedido el camino diocesano desde claves distintas:

1. La comunidad…

2. La misión permanente…

3. La alegría del evangelio,

y todo este peregrinar de 15 años ha permitido llegar a este congreso con la certeza de la cercanía de un Dios que ha bendecido y sigue bendiciendo nuestra Diócesis…

PRIMERA PONENCIA…

Ponente: Mons. Jaime Alberto Mancera…

● ILUMINACIÓN DOCTRINAL DEL COMPROMISO DE LA IGLESIA EN EL CONTEXTO URBANO…

La iglesia camina en el mundo y por ende no está exenta de enfrentar constantes desafíos. Uno de los más duros es el de la evangelización de lo urbano, realidad que estadísticamente le pone frente al hecho de que las ciudades hoy día están más pobladas; lo anterior trae consigo cambios en los modos de vivir y de pensar lo simbólico, lo afectivo, lo cultural, entre otros, a lo que se le suman fenómenos como el secularismo, la descristianización, el relativismo, que buscan sacar la religión del plano social a través de la creencia de que ésta pertenece al ámbito privado de la persona, y por lo cual se tiende a buscar una vivencia de espiritualidades en donde basta con creer de forma intimista y personal, pero sin ningún vínculo con la iglesia.

Nuestra reacción puede ser visceral, pero ello no significa que sea lo correcto. Lo que se nos pide es aceptar los cambios que están sucediendo, dejándonos interpelar por ellos, no para competir, sino para comprenderlos y responder de manera auténtica y profunda. A este respecto sirve mirar que no sólo nosotros tenemos liturgias, porque la sociedad también ofrece la suyas (encuentros deportivos, juegos, celebraciones culturales) y en muchos casos más llamativas y con mayor impacto. Elemento fundamental de las ciudades hoy es su constante dinamismo, por lo cual se crean y recrean a sí mismas de tal forma que en ocasiones tales dinámicas no se perciben, pero que dan vida a un fenómeno llamado la urbanización de las conciencias. A nivel de expertos este fenómeno se denomina multiculturalidad o pluriculturalidad, lo que exige de la evangelización apertura a los diversos contextos culturales que componen nuestras sociedades, generando así un proceso de interculturalidad.

No es simple entender la época actual y sus cambios, y de allí sus diversas definiciones; comprender el paso de lo tradicional a lo moderno y a lo posmoderno será crucial para avanzar. Un elemento esencial de este paso es la pérdida de categorías tradicionales que explican todo de manera monolítica (en un sólo sentido), y que intentaban desde argumentos de autoridad -como la biblia por ejemplo- definir de forma no dialógica o cooperativa lo que está en juego. Lo moderno mezcla diversos elementos, entre ellos el diálogo como canal para construir, los sentimientos, las emociones, entre otros, pero siempre desde la apertura que el lenguaje y las formas propias de nuestra época permiten. Lo postmoderno exige por su parte una delimitación del sentido de las cosas, y de allí que cada ser humano busque una comprensión de sentido desde sus propias experiencias y circunstancias, es decir, lo que significa para mí.

Se distingue al mismo tiempo que la ciudad genera movimiento, motivo por el cual la vida se asume desde diferentes dramas, en cuanto se deben tomar decisiones de manera constante. Surge como posibilidad la indiferencia, la corrupción, las agrupaciones para delinquir, etc., por lo que salta a la vista un movimiento constante y permanente de las conciencias, lo que implica una comprensión distinta de los espacios y del tiempo; ya no es la plaza central sino el centro comercial, ya no es el mercado público sino el súper mercado, etc.

Ahora, en medio de todo este panorama tenemos como creyentes la certeza de que Dios vive en la ciudad, en cada persona, por lo que hay que comprender la ciudad desde una mirada contemplativa, es decir, de fe, que descubra a Dios en cada rincón de la misma; lo anterior demanda no fabricar a Dios, sino descubrirlo y un lugar especial para descubrirlo son las personas, en cuanto cada rostro expresa la dignidad de ser hijos de Dios. Ejercicio interesante en este sentido el dejarse anunciar el kerigma o buena noticia que se encuentra ya en la ciudad y no intentar abordar desde los prejuicios y la formación religiosa que normalmente poseemos y que nos acompaña siempre.

Descubrir a Jesús en la ciudad es el reto que tenemos como creyentes y gracias al cual no se trata de nadar contra corriente, sino de realizar un ejercicio de vinculación del reino, la iglesia y la ciudad, a través de la generación de espacios de encuentro con Cristo y las personas. Esto ayudará a :

1. Vivir el evangelio en la vida urbana.

2. Promover y acompañar a los creyentes en su peregrinación hacia el cielo.

3. Proponer el evangelio a los nuevos sujetos urbanos que emergen.

En fin, todo este panorama no deja sino un desafío con diversos rostros que como comunión de comunidades se tendrá que afrontar.

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