Fueron ordenados tres nuevos Diáconos
Los seminaristas Darwin Barrios, Luis Eduardo Rangel y Diego Gonzáles pertenecientes al seminario Juan Pablo Segundo de Valledupar, recibieron la ordenación diaconal.
Darwin Barrios Cera
El seminarista Darwin Barrios Cera, que fue ordenado como diácono el pasado 27 de noviembre, afirma que su proceso para entregar su vida completamente al Señor fue largo y difícil, pero que hoy está seguro que tomó la mejor de servir a la iglesia y por medio de esta llegar a las personas más necesitadas.
El diácono nació en el municipio del Copey departamento del Cesar, en el seno de un matrimonio compuesto por sus padres y 10 hermanos del cual es el séptimo, a la edad de 7 años lo trajeron a vivir a Valledupar a un barrio de invasión muy popular llamado La Nevada, marcado por la violencia y por la delincuencia; en donde se terminó de criar con muchas dificultades y precariedades.
Su experiencia religiosa empieza a través de su madre, quien comienza a asistir a reuniones litúrgicas en un lugar que se llamaba La Catedral de Piedra; puesto que en el barrio no había iglesia por esa época y se vincula a las pequeñas comunidades, acercándose directamente a la realidad del barrio y que por él ser testigo de esto le llamó mucho su atención.
Darwin asegura que “la vida comienza a mostrarme muchas cosas, tengo crisis existenciales, sentía que hacía falta algo, yo hacía una oración y le decía al señor muy pronto te voy a buscar y te voy a seguir” es ahí es en donde empieza a vivir esa experiencia de estos grupos de los que su madre formaba parte; las catequesis de pequeñas comunidades. El padre Luis Carlos Bermúdez y el párroco Luis Muriel Calderón (ya fallecido), fueron imágenes de servicio que lo involucraron completamente a las realidades de las pequeñas comunidades en donde como el mismo lo afirma, nació.
“Me sentía amado y acogido en la parroquia, comienzo a entender el amor que Dios tiene en mi vida o que Él tiene por mí y eso me llamó a quedarme ahí. Ya son 15 años en este camino, en donde Dios ha seguido enamorándome” afirmó el diácono.
Después de pasar muchas pruebas en donde aún no estaba seguro de querer entrar del todo en un proceso vocacional porque aún tenía muchas dudas, aunque tenía la certeza que necesitaba de Dios y que esa necesidad solo la podía alimentar en la iglesia. Finalmente, y después de años de servir al Señor y diferentes comunidades regresa a la diócesis en Valledupar y junto con el Obispo, comienza nuevamente su proceso vocacional y entra al seminario.
El diácono Darwin confirma que su misión, que la forma de vivir ese sacramento será consolando a la gente, él cree que hace mucha falta la pastoral de la escucha, dice que la gente necesita ser escuchada, ser desahogada de tantos problemas físicos, afectivos y espirituales. El rostro de Cristo está en los pobres es los que sufren; por eso el papa ha enfatizado y ha llamado a mirar el rostro de Jesús en las personas que tienen todas esas carencias.
Finalmente les envía un mensaje a los jóvenes, ya que a estos les hace falta llenar su vida, a pesar de creer de que tienen todo lo que necesitan, al final de día se sienten vacíos, les hace falta algo, “todo lo que hagan, háganlo en nombre de Dios, permitan que el Señor entre porque él está ahí, a cada uno de nosotros nos llama, llega a nuestra presencia. Cuando abres tu corazón a Dios puedes disfrutar tu vida plenamente sin necesidad de hacer cosas extraordinarias, y lo abres orando, sacando un tiempo de tu día para comunicarte con el Él, vivir la misa, entrar en un grupo o una comunidad”.
Diácono Luis Eduardo Rangel Ramos
Nació en la ciudad de Valledupar, sus padres son originarios del Magdalena de origen campesino, una familia de tradición católica, sus papás pertenecieron a pequeñas comunidades.
Cuando iba a entrar a la universidad a estudiar contaduría pública, inició un proceso vocacional en donde sintió el llamado de Dios, la inquietud propiamente, haciendo referencia al hecho de que la carrera universitaria que había escogido no estaba mal; entendió que cuando hay una cosa que no engrana es necesario mirar cual es la razón y a eso se dedicó. A pesar de que tenía todo para el semestre, sentía que había una cosa que no encajaba, que no estaba acorde a los planes, le hizo pensar en la posibilidad de entrar al seminario.
Luego de dejar sus planes de estudiar una carrera universitaria atrás y con muchas inquietudes, asistió a tres convivencias en donde sintió la mano de Dios, porque la elección era totalmente diferente, gente que no lo conocía para nada, en el segundo encuentro, le daba la entrada al seminario, por eso lo asume como actos de Dios que se fueron multiplicando.
“Ha sido una cosa espectacular puedo decir yo, porque más allá de los bienes que pude conseguir por fuera, más allá de una visión de mundo que quise tener, la iglesia me ha enseñado a ver las cosas bajo las perspectivas de Cristo, que esa ha sido la particularidad de que yo siento que no la pude haber encontrado en otra parte” afirmó el diácono Luis Eduardo.
Como seminarista, tuvo la certeza de que Dios lo llamaba al sacerdocio al cuarto año de estudio, fue un llamado que se fue afianzando con los años al servicio de Monseñor, de quien fue secretario por un año y así en los años siguientes bajo los servicios que le correspondió estar en la pastoral vocacional y en la comisión de liturgia.
Y ha sido todo ese proceso a través de la dirección espiritual y de pertenecer a las pequeñas comunidades desde hace más de 10 años, además de estar dirigido por un equipo de formadores que, si bien han sido distintos, cada uno ha dejado una cosa clara en su vida, que hasta el momento le ha servido y que agradece todos esos procesos y tiene la certeza de que El Espíritu Santo estuvo en medio.
El diácono Luis asegura que un poder conocer que lo que inicia siempre como una inquietud, es en realidad una forma de Dios guiar a una felicidad mucho más grande, que es la que él tiene ahora, dice que el pasar por el seminario ha sido un acierto de los grandes que he tenido su vida, es la felicidad, es la certeza, es el saber que el mismo Dios te ha sido fiel desde antes y lo va a seguir siendo a futuro.
Nos unimos en oración al Señor, para darle gracias por la entrega de estos nuevos ministros para la Iglesia de Valledupar y pedimos al Altísimo, que les conceda la gracia de ejercer el ministerio concedido según el Orden de Melquisedec.
Diego González Lagos
Nació en Villanueva, La Guajira; en donde surge su vocación en una experiencia de grupo juvenil, donde su idea inicial era compartir con otros jóvenes, pero quedó agradado del ambiente y el espacio que tenían lugar en estas reuniones.
Poco o poco fue adquiriendo algunos compromisos dentro de la congregación, fue generando una cercanía con el párroco de la iglesia Santo Tomás de Villanueva; en el periodo de sus dos últimos años de bachillerato, luego siguió comprometido con la religión, preparándose como catequista de iniciación cristiana, en la comunidad juvenil en la cual nació, la Renovación Católica Carismática, comunidad Jesús de Nazareth. Allí fue en donde tuvo esa primera experiencia de fe, encuentro de iglesia y ambiente familiar.
Decidido a empezar a estudiar una carrera y haciendo vueltas universitarias, sintió el deseo o la inclinación a descubrir un proceso vocacional y fue entonces a su primera convivencia vocacional que duró tres meses.
Teniendo la experiencia cercana de eventos como ordenaciones diaconales y sacerdotales de la diócesis, fue animando su vocación, fue suscitando en él el deseo de perseverar en ese camino, motivo por el cual le dieron el ingreso al seminario Juan Pablo Segundo de Valledupar.
“Emprendí mi proceso vocacional mucho más cercano, más serio, que es la vida de seminario, la vida formativa, culminando la etapa discipular que son los tres primeros años de filosofía y ahora culminando la etapa configuradora que es el ciclo de la teología ya con la ordenación diaconal. Es una gracia que monseñor Oscar José Vélez ha querido regalarme; así como a mis hermanos Darwin y Luis, una forma de confirmar el llamado, debemos reconocer que dentro del proceso siempre hay dificultades, algunos sufrimientos, pero Dios va confirmando la obra y signo de ello es el hecho de haber sido admitido para recibir las sagradas órdenes” puntualizó el diácono Diego.