Vicente Roig y Villalba

TRAYECTORIA DE UNA VIDA FECUNDA

La Guajira y Valledupar se disputaban en amigable pugna a su pastor. De ambos pueblos fue artífice y constructor. El mismo fue quien maduro la desmembración eclesiástica de ambos Departamentos, señalando los límites de cada territorio. Valledupar y el Cesar, a quienes dedico más espacio como pastor, han visto crecer escuelas, colegios, casas cúrales, templos, centros misionales y mil obras de todo género al impulso de celo dinámico y emprendedor. La diócesis se ha poblado de misioneros y religiosos que, en aunado esfuerzo, han construido con él, el edificio de una nueva iglesia: religiosas lauritas, franciscanas de maría, capuchinas, carmelitas, anas amsistas siervas de Jesús son otras tantas manos que han desparramado en el surco abierto de esta nueva iglesia la semilla del trabajo y el testimonio. Dos obras sociales en las que se volcó con todo el entusiasmo y que han constituido para él verdadero viacrucis son el barrio villalba y los jardines de paz del Ecce Homo. Muy frecuentemente se dice y se cree que los Obispos viven preocupados únicamente por el bienestar espiritual de su pueblo. En el caso de Mons. Vicente no reza este principio. Amó sinceramente a la Guajira por cuyo progreso material se interesó, abogando repetidamente ante el gobierno nacional en nombre de su pueblo. Las obras que dejo en marcha lo patentizan. Más tarde como Vicario Apostólico y ulteriormente como Obispo primero de Valledupar continuo su entrega por el bienestar de sus gentes, hasta el punto de crear una celotipia manifiesta con los riohacheros. El nuevo Obispo se convirtió en el adalid más acérrimo del Departamento del Cesar. Cuando se ponía en duda la capacidad de Valledupar para ser capital de este rico departamento decía: “Hay que sacar adelante nuestro Departamento. Si conseguimos convertir a Valledupar en capital del Cesar llegara la prosperidad. Y con la colaboración de todos podremos convertir al Cesar en el Departamento piloto de la nación”. La noche en que el Senado aprobó su creación salió el primero a festejarlo a la calle. No podría cerrar esta breve semblanza sin destacar algo que constituyó verdadera obsesión en su vida: su amor a Santa María. Hablando de ella sus palabras fluían como un torrente. Nunca se cansaba de hablar y predicar de María. La llamaba siempre “su madre”. Desde su nombramiento como Obispo de Valledupar puso énfasis especial en la construcción del templo catedralicio, antigua iglesia del Rosario, sobre cuyas ruinas ahondó los cimientos de la nueva catedral diocesana. Santa María, bajo la advocación del Rosario es la titular de la nueva iglesia catedral, declarada por Pablo VI Santuario Insigne.

TRAYECTORIA DE UNA VIDA FECUNDA

El mismo hizo reeditar “El rosario poético de Nuestra Señora”, de Mons. Rafael Celedón. Su máximo hobby lo constituyó la colección de sellos marianos que llenaba los escasos momentos que dedicaba al descanso y a la búsqueda afanosa de cuantos le faltaban para enriquecer su colección. Y un último aspecto de su vida, que define su corazón apostólico, fue el de ser siempre un padre para todos. Con los sacerdotes era amigo y hermano. Siempre los defendió y supo estar a su lado en las horas de alegría y en las horas de dificultad. (Casi un sacerdote, por año de su Episcopado, es una de sus mejores realizaciones. Lo mismo que su solicitud por la solución de los graves problemas económicos del clero). Con los cristianos de su grey era el padre, el pastor solícito, hecho todo para todos. La presencia masiva de pobres y ricos en su despedida fue elocuente. De labios de todos salía la misma expresión: “ha muerto el Obispo bueno”. Soy testigo de que su corazón jamás anidó una gota de hiel. A los que se le cruzaban en el camino los supo comprender hasta el último momento. Y solía decir: “A pesar de todo no es enemigo mío, estoy firmemente persuadido”. Le oí decir muchas veces expresión que la guardo como una norma para mi vida: “Prefiero ser pisoteado y maltratado antes de que salga de mi boca una palabra malsonante”. En sus últimos años lo probó el Señor con amarguras, calumnias, sinsabores y hasta malos tratos de propios y de extraños. Con un gesto infinito de amigo y hermano supo dar a todos en pago el gesto caballeroso y cristiano del perdón y el abrazo. El tiempo se cuidará de agrandar la figura de este gran Obispo, que además de sacerdote y franciscano, supo ser el perfil perfecto de los discípulos de Cristo. Gracias, Vicente, por esta triple lección de vida que nos ha dado. Te recordaremos siempre con el apodo que heredaste de tu padre. Para nosotros serás eternamente “Vicente el Bueno”.

PENSAMIENTO Y LINEA PASTORAL

Si pudiéramos culpar a Mons. Vicente por su muerte inesperada, deberíamos atribuirla a una imprudencia, fruto de su celo pastoral. Semanas antes de su fallecimiento cabalgó a lomos de mula jornadas intensas en cumplimiento del deber de visitar a su pueblo; lo de menos era para él los 74 años que estaban a punto de caer. En su larga trayectoria pastoral prevaleció una vocación firme de servicio a la comunidad a la que se debía. Y a ella se entregó en cuerpo y alma. Cuando pensó en la posibilidad de crear un organismo pastoral para recopilar las experiencias y documentos pastorales suyos y de sus colaboradores no vaciló en denominarla “servicio”. “Servicio será su nombre, escribió en septiembre de 1971. Porque esta publicación pequeña, sencilla, pero llena de amor a la iglesia, no pretende sino servir. Servir a Cristo en el compromiso de ayuda a extender su reino en este mundo por medio de su gran mandamiento de amor y caridad. Servir a la Iglesia a la que pertenecemos en virtud del Bautismo, sacramento que ha hecho de nosotros “linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de su adquisición, pueblo de Dios”. Servir al Papa, el vicario de Cristo en la tierra. Su magisterio, su doctrina, sus palabras, son senderos y caminan con seguridad a la búsqueda de la verdad. Servir al Obispo, a los presbíteros y diáconos, al pueblo santo de Dios. “Servicio se publicará con la intención de formar, afirmar y promover una opinión pública en consonancia con el derecho natural y con las doctrinas y preceptos católicos, al mismo tiempo que divulga y desarrolla adecuadamente los acontecimientos de la diócesis. Deseamos que en las páginas de servicio se manifiesten los deseos y aspiraciones de los presbíteros. Sus reflexiones pueden servir de base para campañas y proyectos de pastoral. Las inquietudes sacerdotales pueden ser reflejo fiel y sincero de la comunidad a la que sirven y expuestas con lealtad en este boletín serán puntos básicos en reflexión. Al presentar a los queridos presbíteros, religiosos y laicos de la diócesis esta hoja volandera, portadora de paz, fraternidad y amor, va envuelta una súplica: dadle vida, sostenedla.

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